En estos días estuve pensando en la capacidad que tienen algunas películas para emocionarme, como esas en las que Meg Ryan llora cuando por fin Tom Hanks le confiesa que está perdidamente enamorado de ella, o en las que Keira Kneightly escucha las palabras “I love you, most ardently.”
Yo me desmayo con Proud and Prejudice, me hago pipí de la risa con What happens in Vegas y reconozco que me sé de memoria los parlamentos de Jerry Maguire, Sex and the City y de How to lose a guy in 10 days, entre otras.
Estoy clara en que no quiero ver peleas sobrenaturales ni ver más sufrimiento en el cine, que me gusta la cosa light and fluffly. Y sí, la verdad es que no puedo evitarlo. No puedo evitar llorar cuando en Little Womans le regalan el piano a Beth, y peor aún cuando ella se muere y le dice a Jo, la escritora dicho sea de paso, que no es valiente como ella, y que aunque esté en el cielo, va a ser difícil no extrañarla. Siempre me dio como rabia que Jo no quedara con Laurie, no sólo en la película porque Christian Bale es tan bello, sino en el libro también.
Ciertamente que muchas de estas películas son malazas y uno puede sentir las neuronas muriéndose mientras las ve, como Legally Blonde. Aún así, hay algo de la pareja, del final feliz, de ver a la gente conociéndose y resolviendo obstáculos para unirse. Quizás es porque la realidad es tan abyecta y tan distinta. Quizás es porque el guión se acaba con la musiquita animada justo cuando se unen y no llegamos a la parte en la que Tom Hanks le dice a Meg que está harto de que le reclame todo el tiempo que no la ayuda lo suficiente, que él lo que quiere es salir una noche con sus amigos, y Meg le dice que es ella la que está harta, que dónde quedó todo el romanticismo de aquellos días en que le mandaba emails y tal y qué sé yo, que si no se los estará mandando a otra.
No. Eso no te lo enseñan. Es más, ni siquiera hacen la parte dos. Meg y Tom se separan, entonces no ves como sale Tom con su maletica del apartamento dejando a Meg con los dos carajitos, sólo para que cuando le toque su viernes la llame y le diga “Meg, mira es que podría ir mañana, porque es que esta noche se me complicó.” Se me complicó es código para: tengo un culo que me dijo que quiere salir conmigo hoy y la verdad le quiero echar plomo, total hoy no iba a hacer gran cosa con los chamos.
Nada de eso se ve. Por eso me gustan las películas malas. Tal vez por eso me hacen llorar, quizás es algo de melancolía, de saber lo alejadas que están de la realidad, de lo imposible, del sueño de esta generación Disney que está teniendo que enfrentar una cantidad de cosas para las que no nos prepararon.
En todo caso…yo me tripeo mis historias de amor baratas, y las no tanto, porque hay películas gloriosas como Casablanca, en las que no te queda otro remedio que enamorarte de Humphrey Bogart. Siempre me pregunto, ¿será que Ingrid fue feliz con Víctor? ¿Será que algún día Rick la volvió a encontrar? Hubiese sido espectacular, que la buscara cuando los nazis ya se hubiesen ido de Paris y la encontrara en un café vestida de azul. Claro que…a veces hay amores que para no derrumbarse tienen que ser imposibles.
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